miércoles, 5 de marzo de 2008

La Reforma Agraria Bolivariana y el surgimiento de la oligarquía venezolana

Ernesto Silva


Al hacer referencia a los comienzos de cualquier revolución, es frecuente topar-se con evidencias que colocan a las Reformas Agrarias como punto de partida. Y es que el usufructo de la tierra para su enriquecimiento y disfrute ha correspondido histórica-mente a una minoría que oprime a la mayoría, generando en determinados momentos enfrentamientos por la justicia de la tierra.

En nuestra historia, hay muchos estudios que recogen diferentes luchas para la ejecución de una Reforma Agraria, partiendo desde las batallas por conquistar la Independencia. Nuestro libertador Simón Bolívar inició una pugna por una repartición justa de la tierra, en que l@s beneficiad@s debían ser los pueblos de la Patria Grande que buscó construir íntegramente.

Las intenciones de Bolívar de profundizar la Reforma Agraria son reflejadas por primera vez en el mensaje al Consejo de Estado de Angostura: «Los soldados del Ejército Libertador eran demasiado acreedo-res a las recompensas del Gobierno para que hubiese podido olvidarlos. Hombres que han arrastrado todos los peligros, que han abandonado todos los bienes, y que han sufrido todos los males, no debían quedar sin el justo galardón que merece su desprendimiento, su valor y su virtud. Yo, pues, a nombre de la República he mandado distribuir todos los bie-nes nacionales entre los defensores de la patria. La ley que fija los térmi-nos y la especie de esta donación, es el documento que con mayor satisfacción tengo el honor de ofrecer al consejo. El premio del mérito es el acto más augusto del poder humano».

De esta manera, inicia el reparto de la tierra con la visión de realizar una auténtica transformación socioeco-nómica en el hemisferio, revelando, así, su integridad revolucionaria. Bolívar procuraba repartir la tierra entre l@s participantes materiales de la liberación –l@s soldad@s-, quienes eran el pueblo mismo, ya que fueron l@s desposeíd@s los que sintieron la urgente necesidad de emancipación y que, realmente, fueron capaces de entregar todo por conquistar la libertad de la Patria.

Ya el 3 de septiembre de 1817 se comenzaron a dictar decretos a favor de la República, confiscando bienes españoles y de americanos realistas. Para el 10 de octubre de ese mismo año, se dictó la ley de repartición de la tierra entre los militares de las fuerzas patriotas de Venezuela.

Unos meses después, en el propio discurso de Angostura, Bolívar confirmó su pensamiento con más detalle, cuando expresó: «Hombres que se han desprendido de todos los goces, de todos los bienes que antes poseían, como el producto de su virtud y talentos; hombres que han experimentado cuanto es cruel en una guerra horrorosa, padeciendo las privaciones más dolorosas, y los tormentos más acerbos; hombres tan beneméritos de la Patria, han debido llamar la atención al Gobierno. En consecuencia he mandado recom-pensarlos con los bienes de la Nación».

Este pronunciamiento del Libertador, en busca de la verdadera revolución económica, no es reflejado en las escuelas tradicionales. Al ignorar estas medidas tomadas en beneficio de la población, el pensamiento económico y social de Bolívar queda minimizado ante el pensamiento político, disminuyendo la trascen-dencia de la revolución agrícola que se quería realizar en Hispanoamérica.

Sin embargo, la Revolución Agraria no fue tan profunda. Explica Salcedo que las circunstancias para ese momento no estaban plenamente a favor del Libertador, teniendo éste que dar pasos un poco tímidos para poder consolidar en un tiempo determinado la verdadera Revolución Agraria.

Lamentablemente, la aplicación de la Reforma Agraria quedaría en manos de oportunistas, quienes repartieron la tierra según la jerarquía o rangos militares. Esta situación es manifes-tada por Salcedo cuando escribe: «El reparto que la ley establece se hará –en principio- siguiendo la jerarquía: desde el General en Jefe, con derecho a bienes por 25.000 pesos, hasta el soldado con derecho a 500 pesos, hay una serie de doce grados con cantidades escalonadas. Sin embargo, la propia ley prevé la posibilidad de una distribución no enteramente conforme a la categoría militar para aquellos casos de méritos especiales».

Todo el esfuerzo de Bolívar fue derrumbado cuando se promulgó otra ley de repartición de la tierra, que no expresó la intención de la Reforma Agraria bolivariana. Al respecto dice Salcedo: «Tan justiciera y futurista intención pareció auxiliada por el sistema de pago establecido en ausencia de Bolívar, y que en verdad, fue golpe de muerte para frustrar esta directriz de la Revolución. En efecto, acordose entregar a los soldados bonos que los jefes adquirieron a precio irrisorio. De esta manera los grandes fundos pasaron casi intactos a manos de prominentes caudillos de la liberación. A la postre, el problema subsistía casi idéntico, con un simple cambio de personajes».

La aplicación de la nueva ley quedó en manos de un pequeño grupo de individuos que aprovecharon el surgimiento de la República para sí mismos y no para el bienestar del todo el pueblo. Iniciaba el surgimiento de una nueva oligarquía opresora, que se mantiene hoy en día en nuestra sociedad.

Salcedo nos dice que existen documentos diversos que eximen de responsabilidad a Bolívar por la reversión de su idea original, uno de ellos es una carta que escribe a Santander desde el Rosario de Cúcuta: «La ley de repartición de bienes es para toda Colombia, y ahora, bien y mal, es para todos. Mas han hecho cierta reforma en la ley, según se asegura, aunque no he visto la ley. Se manda entregar vales de bienes naturales a los militares, para que los compren en remate al primer postor».

De esta manera, la oligarquía venezolana dio sus primeros pasos. Guerrer@s que pelearon casi hasta la muerte, olvidaron rápidamente el objetivo final y único por el que todo el país derramó su sangre: la libertad. La alta jerarquía militar despreció la revolución al ser seducida por grandes extensiones de tierra. Dejaron a un lado la camaradería para ponerse el nuevo uniforme de patrón, es decir, devaluaron años de muerte y sufrimiento para iniciar una nueva forma de esclavitud sobre el pueblo venezolano, y la máxima bien aprendida y empleada por «la guanábana»: el quítate tú pa’ ponerme yo.

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